Sunday, March 31, 2013

El Papa que paga sus cuentas

2013-03-25

Lo que convence a las personas no son las prédicas sino las prácticas. Las ideas pueden iluminar, pero los ejemplos son los que atraen y nos ponen en marcha. Los ejemplos los entiende todo el mundo. Muchas explicaciones confunden más que aclaran. Las prácticas hablan por sí solas.



Lo que ha marcado al nuevo Papa Francisco, ese «que viene del fin del mundo», es decir, fuera de los marcos europeos tan cargados de tradiciones, palacios, espectáculos principescos y disputas internas de poder, son gestos simples, populares, obvios para quien da valor al buen sentido común de la vida. Él está rompiendo los protocolos y mostrando que el poder es siempre una máscara y un teatro, como bien puntualizó el sociólogo Peter Berger, aunque se trate de un poder pretendidamente de origen divino.

El Papa Francisco simplemente obedece al mandato de Jesús que explícitamente dijo que los grandes de este mundo mandan y dominan pero “con vosotros no debe ser así; quien quiera ser grande, que sea servidor; quien quiera ser el primero, que sea siervo de todos; pues el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir” (Mc 10,43-45). Bien, si Jesús dijo eso, ¿cómo puede el Papa, garante de su mensaje, obrar de otra manera?

Ciertamente con el establecimiento de la monarquía absoluta de los papas, especialmente a partir del segundo milenio, la institución eclesiástica heredó los símbolos del poder imperial romano y de la nobleza feudal: ropas vistosas (como las de los cardenales), oropeles, cruces y anillos de oro y plata y hábitos de palacio. En los grandes conventos religiosos que vienen de la Edad Media se vivía en espacios palaciegos.

En el cuarto en el que me hospedaba, como estudiante, en el convento franciscano de Múnich, que remonta al tiempo de Guillermo de Ockham (siglo XIV), un solo cuadro renacentista de la pared valía algunos miles de euros. ¿Cómo conjugar la pobreza del Nazareno que no tenía donde reposar su cabeza con las mitras, los báculos dorados y las estolas y ropas principescas de los prelados actuales? Honestamente no es posible. Y el pueblo que no es ignorante, sino fino observador, nota esta contradicción. Todo este aparato no tiene nada que ver con la Tradición de Jesús y de los Apóstoles.

Según algunos periódicos, cuando el secretario del Cónclave quiso poner sobre los hombros del Papa Francisco la «muceta», esa capita ricamente adornada, símbolo del poder papal, se limitó a decir: “El carnaval acabó, guarde esta ropa". Y apareció vestido de blanco, como también acostumbraba a vestir dom Helder Câmara, que dejó el palacio colonial de Olinda y fue a vivir bajo un tejado de media agua en la iglesia de las Candelas, en la periferia; como también hizo el cardenal dom Paulo Evaristo Arns, por no hablar de dom Pedro Casaldáliga que vive en una casita pobre, compartiendo el cuarto con algún huésped.

Para mí el gesto más simple, honesto y popular del Papa Francisco fue ir a la residencia donde se había alojado (nunca se alojaba en la grande casa central de los jesuitas en Roma) a pagar la cuenta a razón de 90 euros por día. Entró y él mismo fue a buscar su ropa, hizo su maleta, saludó al personal y se fue. ¿Qué potentado civil, qué opulento millonario, qué famoso artista haría tal cosa? Sería falsear la intención del obispo de Roma querer ver en este gesto, normal para todos nosotros mortales, una intención populista.

¿No hacía lo mismo cuando era cardenal de Buenos Aires e iba a buscar el periódico, hacia la compra, viajaba en metro o en autobús y prefería presentarse como «padre Bergoglio»?

Frei Betto acuñó una expresión que es una gran verdad: «la cabeza piensa desde donde pisan los pies». Efectivamente, si alguien pisa siempre palacios y suntuosas catedrales, acaba pensando según la lógica de los palacios y de las catedrales. Por esta razón, el domingo celebró misa en la capilla de Santa Ana, dentro del Vaticano, que es considerada la parroquia romana del Papa. Y después salió a saludar a los fieles a la puerta.

Cosa notable y cargada de contenido teológico: no se presentó como Papa, sino como «obispo de Roma». Pidió oraciones no para el Papa emérito Benedicto XVI, sino para el obispo emérito de Roma, Joseph Ratzinger. Con esto retomó la más primordial tradición de la Iglesia, la de considerar al obispo de Roma «el primero entre sus pares». Por estar Pedro y Pablo sepultados en ella, adquirió especial preeminencia. Pero ese poder simbólico y espiritual era ejercido en el estilo de la caridad y no en forma de poder jurídico sobre las demás Iglesias, como predominó en el segundo milenio. No me admiraría en absoluto si, como quería Juan Pablo I, resolviese abandonar el Vaticano y fuera a vivir a un sitio sencillo, con un amplio espacio exterior para recibir la visita de los fieles. Los tiempos están maduros para este tipo de revolución en las costumbres papales. Y qué desafío está representando para los demás prelados de la Iglesia vivir la sencillez voluntaria y la sobriedad compartida.

Leonardo Boff

The Pope who pays his own bills

Leonardo Boff
Theologian-Philosopher
Earthcharter Commission

Actions, not words, convince people. Ideas can illuminate, but it is examples that attract and move us. Examples are understood by everyone. Most explanations tend to confuse more than clarify. Actions speak for themselves.



What has marked the new Pope Francis, the one «who comes from the end of the world», namely, from outside the European frame of reference, so charged with traditions, palaces, royal spectacles and internal power struggles, are the simple, popular gestures, obvious to those who appreciate a good common sense of life. Pope Francis is breaking protocols and showing that power is always a mask and theater, as sociologist Peter Berger pointed out so well, even when the power purports to be of divine origin.

Pope Francis simply obeys the command of Jesus of Nazareth who explicitly said that the great of this world give orders and dominate, “but it shall not be so among you: but whosoever will be great among you, shall be your minister: And whosoever of you will be the chiefest, shall be servant of all. For even the Son of Man came not to be ministered unto, but to minister" (Mark,10,43-45). Very well, if Jesus said that, how can the Pope, guarantor of His message, act otherwise?

Certainly with the establishment of the absolutist monarchy of the popes, especially beginning with the second millennium, the ecclesiastic institution inherited the symbols of Roman imperial power and of the feudal nobility: colorful clothing (such as the Cardinals'), tinsel, crucifixes and rings of silver and gold and palatial habits. In the great religious convents of the Middle Ages, life occurred in regal spaces.

In the room where I stayed, as a student, in the Franciscan Convent of Munich, that dates back to the times of William of Ockham (XIV century), one Renaissance painting on the wall was itself worth several thousand Euros. How can one reconcile the poverty of the Nazarene, who did not have a corner where to rest his head, with the miters, golden bishop's staffs and the stoles and prince-like vestments of present day prelates? That is honestly not possible. And people who are not ignorant, but fine observers, notice the contradiction. All this ostentation has nothing to do with the Tradition of Jesus of Nazareth and His Apostles.

According to some newspaper accounts, when the Secretary of the Conclave tried to place on the shoulders of Pope Francis the «muceta», the little richly adorned cape, the symbol of papal power, Francis only said: “The carnival is over, put those clothes away". And he appeared dressed in white, as did Dom Helder Camara, who left the colonial palace of Olinda and went to live under a humble roof in the Church of Las Candelas, in the periphery; as Cardinal Dom Paulo Evaristo Arns had done, not to mention Dom Pedro Casaldaliga, who lives in a poor little house, sharing the room with a guest.

To me, the most simple, honest and common gesture of Pope Francis was when he went to the hotel where he had stayed (he never stayed in the big central house of the Jesuits in Rome) to pay his bill of 90 Euros per day. Pope Francis walked in, and he personally gathered his clothes, packed his suitcase, greeted the staff of the hotel, and left. What civil potentate, opulent millionaire, what famous artist would do such thing? It would be a betrayal of the intent of the Bishop of Rome not to see in this gesture, so normal for all mortals, a populist intent.

Did he not do the same when he was the Cardinal of Buenos Aires and went to get the newspaper, went shopping, used the metro or the bus and preferred to introduce himself as, «father Bergoglio»?

Frei Betto coined an expression that is a great truth: «the head thinks from where the feet step». In effect, someone who always walks in palaces and sumptuous cathedrals, ends up thinking according to the logic of the palaces and cathedrals. For this reason, Pope Francis celebrated Sunday Mass in the Chapel of Saint Anne, inside the Vatican, considered the Roman parish of the Pope. And after Mass he went outside to greet the faithful.

It is worthy of note, and charged of theological content, that he did not present himself as the Pope, but as «the bishop of Rome». He asked for prayers not for the Emeritus Pope, Benedict XVI, but for the Emeritus Bishop of Rome, Joseph Ratzinger. With this Francis retook the most primordial tradition of the Church, that of considering the Bishop of Rome «first among equals». Because Peter and Paul were buried there, Rome acquired special preeminence. But that symbolic and spiritual power was exercised in the style of charity, and not as juridical power over the other Churches, as occurred in the second millennium. I will not be at all surprised if, as John Paul I had wanted, Francis decided to leave the Vatican and go live in a simpler place, with a great exterior space to receive the visits of the faithful. The time is ripe for this type of revolution in papal customs. And what a challenge is presented for the other prelates of the Church to live in voluntary simplicity and shared sobriety.

Leonardo Boff
03-25-2013

Free translation from the Spanish sent by
Melina Alfaro, volar@fibertel.com.ar,
done at REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas, EE.UU.

Tuesday, March 19, 2013

El colapso de su teología: ¿razón mayor de la renuncia de Benedicto XVI?

2013-03-09

Siempre es arriesgado nombrar a un teólogo para la función de papa. Él puede hacer de su teología particular la teología universal de la Iglesia e imponerla a todo el mundo. Sospecho que este ha sido el caso de Benedicto XVI, primero como cardenal, nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex-Inquisición) y después como Papa. Tal hecho no goza de legitimidad y se transforma en fuente de condenaciones injustas. Efectivamente condenó a más de cien teólogos y teólogas por no encuadrarse en su lectura teológica de la Iglesia y del mundo.

Razones de salud y sentimiento de impotencia frente a la gravedad de la crisis en la Iglesia lo llevaron a renunciar. Pero no solo eso. El texto de su renuncia habla de la “disminución de vigor del cuerpo y del espíritu” y de “su incapacidad” para enfrentar las cuestiones que dificultaban el ejercicio de su misión. Detrás de estas palabras, estimo que se oculta la razón más profunda de su renuncia: la percepción del colapso de su teología y del fracaso del modelo de Iglesia que quiso implementar. Una monarquía absolutista no es tan absoluta hasta el punto de vencer la inercia de envejecidas estructuras curiales.

Las tesis centrales de su teología siempre fueron problemáticas para la comunidad teológica. Tres de ellas acabaron siendo refutadas por los hechos: el concepto de Iglesia como un «pequeño mundo reconciliado»; que la Ciudad de los Hombres sólo adquiere valor delante de Dios pasando por la mediación de la Ciudad de Dios, y el famoso «subsistit» que significa: sólo en la Iglesia católica subsiste la verdadera Iglesia de Cristo, todas las otras Iglesias no se pueden llamar Iglesias. Esta concepción estrecha de una inteligencia aguda pero rehén de sí misma, no tenía la suficiente fuerza intrínseca ni la adhesión necesaria para ser implementada. ¿Benedicto habría reconocido el colapso y coherentemente renunciado? Hay razones para esta hipótesis.

El Papa emérito tuvo en san Agustín a su maestro e inspirador, de hecho fue objeto de algunas conversaciones personales con él. De Agustín asumió la perspectiva de base, comenzando por su esdrújula teoría del pecado original (se transmite por el acto sexual de la procreación). Esto have que toda la humanidad sea una «masa condenada». Pero dentro de ella, Dios por Cristo instauró una célula salvadora, representada por la Iglesia. Ella es «un pequeño mundo reconciliado» que tiene la representación (Vertretung) del resto de la humanidad perdida. No es necesario que tenga muchos miembros. Bastan pocos, siempre que sean puros y santos. Ratzinger incorporó esta visión. La completó con la siguiente reflexión: la Iglesia está constituida por Cristo y los doce apóstoles. Por eso es apostólica. Es solo este pequeño grupo. Excluye a los discípulos, a las mujeres y las masas que seguían a Jesús. Para él no cuentan. Son alcanzadas por la representación (Vertretung) que «el pequeño mundo reconciliado» asume. Este modelo eclesiológico no tiene en cuenta el vasto mundo globalizado. Quiso entonces hacer de Europa «el mundo reconciliado» para reconquistar la humanidad. Fracasó porque el proyecto no fue asumido por nadie y hasta fue puesto en ridículo.

La segunda tesis está tomada también de san Agustín y de su lectura de la historia: la confrontación entre la Ciudad de Dios y la Ciudad de los Hombres. En la Ciudad de Dios está la gracia y la salvación: ella es el único camino que conduce a la salvación. La Ciudad de los Hombres se construye por el esfuerzo humano. Pero, como ya está contaminado todo su humanismo y sus otros valores, no consiguen salvarse porque no han pasado por la mediación de la Ciudad de Dios (Iglesia). Por eso ella está plagada de relativismos. Consecuentemente el cardenal Ratzinger condena duramente la teología de la liberación, porque ésta buscaba la liberación por los mismos pobres, hechos sujetos autónomos de su historia. Pero como no se articula con la Ciudad de Dios y su célula, la Iglesia, es insuficiente y vana.

La tercera es una interpretación muy personal suya que da del Concilio Vaticano II cuando habla de la Iglesia de Cristo. La primera redacción conciliar decía que la Iglesia católica es la Iglesia de Cristo. Las discusiones buscando el ecumenismo, substituyeron es por subsiste para dar lugar a que otras Iglesias cristianas, a su modo, realizasen también la Iglesia de Cristo. Esta interpretación sustentada en mi tesis doctoral mereció una explícita condena del cardenal Ratzinger en su famoso documento Dominus Jesus (2000), donde afirma que subsiste viene de «subsistencia» que sólo puede ser una y se da en la Iglesia católica. Las demás «iglesias» poseen «solamente» elementos eclesiales. Este «solamente» es un añadido arbitrario que have al texto oficial del Concilio. Tanto algunos notables teólogos como yo mismo mostramos que este sentido esencialista no existe en latín. El sentido es siempre concreto: «conseguir cuerpo», «realizarse objetivamente». Este era el «sensus Patrum» el sentido de los Padres conciliares.

Estas tres tesis centrales han sido refutadas por los hechos: dentro del «pequeño mundo reconciliado» hay demasiados pedófilos hasta entre los cardenales, y ladrones de dineros del Banco Vaticano. La segunda, que la Ciudad de los Hombres no tiene densidad salvadora delante de Dios, se construye sobre un error al restringir la acción de la Ciudad de Dios solamente al campo de la Iglesia. Dentro de la Ciudad de los Hombres se encuentra también la Ciudad de Dios, no bajo forma de conciencia religiosa sino bajo forma de ética y de valores humanitarios. El Concilio Vaticano II garantizó la autonomía de las realidades terrestres (otro nombre para secularización) que tiene valor independientemente de la Iglesia. Cuentan para Dios. La Ciudad de Dios (Iglesia) se realiza por la fe explícita, por la celebración y por los sacramentos. La Ciudad de los Hombres, por la ética y por la política.

La tercera, que solamente la Iglesia Católica es la única y exclusiva Iglesia de Cristo y, todavía más, que fuera de ella no hay salvación, tesis medieval resucitada por el cardenal Ratzinger, fue simplemente ignorada como ofensiva a las demás Iglesias. En vez de «fuera de la Iglesia no hay salvación», se introdujo en el discurso de los papas y de los teólogos «la oferta universal de salvación a todos los seres humanos y al mundo».

Alimento la seria sospecha de que tal fracaso y colapso de su edificio teológico, le quitó “el necesario vigor del cuerpo y del espíritu” hasta el punto de, como confiesa, de “sentirse incapaz de ejercer su ministerio”. Cautivo de su propia teología, no le quedó otra alternativa sino honestamente renunciar.

Was the Collapse of his Theology the Main Reason for the Resignation of Benedict XVI?

by Leonardo Boff
Theologian-Philosopher
Earthcharter Commission

It is always risky to choose a theologian to be pope. He can turn his particular theology into the universal theology of the Church and impose it on the whole world. I suspect this has been the case with Benedict XVI, first as a Cardinal, appointed Prefect of the Congregation for the Doctrine of the Faith, (ex-Inquisition), and later, chosen as Pope. This was not legitimate and became the source of unjust condemnations. In effect, he condemned more than one hundred men and women theologians, for not being in tune with his theological reading of the Church and of the world.

Reasons of health and feelings of impotence in the face of the gravity of the crisis in the Church led him to resign. But not only that. The text of his resignation speaks of the “diminution of vigor of the body and of the spirit” and of “his incapacity” to confront the questions that made the exercise of his mission difficult. Behind these words, I believe there hides the more profound reason for his resignation: the awareness of the collapse of his theology and of the failure of the model of Church he wanted to implement. An absolutist monarchy is not so absolute that it can overcome the inertia of the aged curial structures.

The central theses of his theology were always problematic for the theological community. Three of them ended up being rebutted by the facts: the concept of the Church as a «small reconciled world»; that the City of Men only acquires value before God by going through the mediation of the City of God, and the famous «subsistit» that means: only in the Catholic Church does the true Church of Christ subsist, no other Churches can be called Churches. This narrow conception comes from a sharp intelligence that is hostage to itself, not having sufficient intrinsic strength or the necessary following to be implemented. Did Benedict recognize this collapse and coherently resign? There are reasons for this hypothesis.

The Pontiff Emeritus found in Saint Augustine his teacher and inspiration. In fact, Augustine was the subject of personal conversations with him. From Saint Augustine he took his basic perspective, starting from his theory of original sin (transmitted by the sexual act of procreation). This causes all of humanity to be a «condemned mass». But inside humanity, God, through Christ, set up a saving cell, represented by the Church. The Church is «a small reconciled world» that carries the representation (Vertretung) of the rest of the lost humanity. It is not necessary for the Church to have many members. A few suffice, so long as they are pure and holy. Ratzinger incorporated this vision. He complemented it with the following reflection: the Church is made up of Christ and the twelve apostles. This is why she is apostolic. She is just this small group. This excludes the disciples, the women, and the masses that followed Jesus of Nazareth. To him, they do not count. They are reached by the representation (Vertretung) that «the small reconciled world» assumes. This eclesiastical model does not take into consideration the vast globalized world. Benedict wanted to make Europe into «the reconciled world» to again conquer humanity. He failed because no-one undertook this project, and it was even ridiculed.

The second thesis is also taken from Saint Augustine and his reading of history: the confrontation between the City of God and the City of Men. In the City of God there is grace and salvation: she is the only path that leads to salvation. The City of Men is built by human effort. But, since it is already contaminated by humanism and her other values, it does not obtain salvation because it has not passed through the mediation of the City of God (the Church). This is why she is plagued by relativism. Consequently Cardinal Ratzinger harshly condemned the Theology of Liberation, because it sought liberation by the poor themselves, and made the poor the autonomous subjects of their own history. But since the Theology of Liberation was not created within the City of God and her cell, the Church, it is insufficient and vain.

The third is a very personal interpretation that Benedict gives to Vatican Council II when talking of the Church of Christ. The first Counciliar draft said that the Catholic Church is the Church of Christ. The debates searching for ecumenism, changed is to subsists, to make room for other Christian Churches that, in their own way, also realize the Church of Christ. This interpretation, as maintained in my doctoral dissertation, earned an explicit condemnation from Cardinal Ratzinger in his famous document Dominus Jesus, (2000), where he affirms that subsists comes from «subsistence» that there can be only one, and it is found in the Catholic Church. The other «churches» present «solely» ecclesiastic elements. This «solely» is an arbitrary attachment he makes to the official text of the Council. Some notable theologians and I, myself, have shown that this essentialist reading does not exist in Latin. The meaning is always concrete: «to have body», «to objectively realize». This was the «sensus Patrum», the meaning of the Fathers of the Council.

These three central theses have been refuted by the facts: inside the «small reconciled world» there are too many pedophiles, even among the Cardinals, and thieves of money from the Vatican Bank. The second, that the City of Men does not have saving gravity in front of God, is built on the error of limiting the action of the City of God solely to the realm of the Church. Within the City of Men the City of God is also found, not in the form of religious consciousness but in the form of ethics and humanitarian values. Vatican Cuncil II guaranteed autonomy to the terrestrial realities (another name for secularization) that have value independently of the Church. They are of value to God. The City of God (the Church) is realized by the explicit faith, by the celebration and by the sacraments. The City of Men is realized by ethics and politics.

The third, that the Catholic Church is the unique and exclusive Church of Christ and, even worse, that outside of her there is no salvation, a medieval thesis resurrected by Cardinal Ratzinger, was simply ignored as offensive by other Churches. Instead of «outside the Catholic Church there is no salvation», in the discourse of popes and theologians was introduced, «the universal offer of salvation to all human beings and the world».

I have a serious suspicion that this failure and the collapse of his theological structure took away his “necessary vigor of body and spirit” to the point, as he confesses, of “feeling incapable of exercising his ministry”. Captive to his own theology, he had no alternative other than to honestly resign.


03-09-2013
Free translation from the Spanish sent by
Melina Alfaro, alfaro_melina@yahoo.com.ar,
done at REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas, EE.UU.